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El comercio justo es la clave para eliminar la pobreza y el hambre
Publicado: Lunes Noviembre 12, 2018El libre comercio mantiene activo al mundo, sin embargo su mal uso ha desencadenado una serie de desigualdades entre países, regiones y personas que han llegado a niveles sorprendentes por lo que se está promoviendo una nueva iniciativa, el comercio justo.
Para Marike de Peña, coordinadora Latinoamericana y del Caribe de Pequeños Productores y Trabajadores de Comercio Justo (CLAC), es este mismo (el comercio justo), el que es capaz de acortar las brechas de desigualdad si tan solo se le diera más valor y participación al trabajo desempeñado por pequeños productores.
De existir un comercio justo, el porcentaje de alimentos inocuos se incrementaría, pues el uso de agroquímicos empezaría a disminuir manteniendo así a los recursos naturales mayor protegidos teniendo más consciencia en su biodiversidad y su cuidado, pues los productores que se rigen bajo el comercio justo, generalmente cultivan alimentos orgánicos.
De Peña agrega que el apoyo también se debe mostrar en los mercados pues dar mayor oportunidad de comercio a los pequeños productores o trabajadores disminuirá la vulnerabilidad de las organizaciones rurales e impulsará el comercio justo, preocupándose en mayor medida por los intereses de las personas y la salud del planeta.
¿Por qué el comercio justo es tan importante?
El comercio justo sigue una serie de principios que buscan combatir la pobreza y el hambre que padecen los pequeños productores, exigiendo un pago justo por su trabajo, otorgándoles más oportunidades, cuidando los recursos naturales y regulando el comercio hasta que sea justo para todos. Además, el comercio justo promueve la igualdad de género, la inclusión de mujeres y jóvenes, el empoderamiento, la disminución del trabajo forzoso, el cuidado del medio ambiente y combate el trabajo infantil.
Bajo las reglas del libre comercio, son los pequeños productores los que alimentan a la mayor parte del planeta y sus ganancias son mínimas pues el 48% del valor de un producto se queda en los supermercados, el 38% en los centros procesadores y para los pequeños productores solo queda menos del 7% del precio final.